martes, 26 de diciembre de 2023

Recogida de la Luz de la Paz de Belén 2023

El pasado 22 de diciembre estuvimos presentes en el reparto de la Luz de la Paz de Belén en la Catedral de Asidonia-Jerez.

En la celebración, organizada por la Delegación Diocesana del Movimiento Scout Católico de Jerez, se leyó el siguiente MANIFIESTO:

Tú Palabra es lámpara para mis pasos y luz en mi sendero. Salmo 119, 105

Es tiempo de ilusión, es tiempo de redireccionar nuestra mirada hacia Oriente, es el momento en el que todos atendamos con el corazón y los ojos de niño hacia el gran espectáculo que está a punto de ocurrir en un pesebre de Jerusalén.

Conforme vamos creciendo, nuestros corazones se hacen más duros, se encallan, la coraza se enquista, y nos volvemos más inmunes a todo lo que sucede en el mundo. Dios no está regalando a su hijo envuelto en pañales, y a este misterio nos tenemos que acercar con un corazón pequeño, pero que rebose Fe y Alegría. Para liberarnos de esa coraza enquistada, para reblandecer los callos y heridas que han endurecido nuestro corazón, el Señor nos da otro regalo: su Luz. Una luz que hace brillar todo lo bueno que tenemos y a la vez, nos ayuda a cicatrizar todas las heridas que hay en nosotros y que a veces nos impiden amar.

Volvamos a mirar a Oriente, hacia donde miran nuestros niños esperando a los Reyes, hacia donde mirábamos nosotros cuando éramos pequeños y esperábamos con ilusión esa noche nuestros regalos. Jesús nos tiene regalos preparados para todos nosotros, tan solo tenemos que saber hacia dónde mirar. Esto, a veces puede ser más complicado de lo que parece, Él, que conoce todo de nosotros, es consciente de esto, y por eso nos da herramientas para encontrar esos regalos. Nos pone faros que nos ayuda a encontrar puerto. A menudo estos faros, son las personas que nos rodean, esas que te tienden la mano para levantarte, esas que te ofrecen el hombro para llorar, y esas que son bordón y cantimplora cuando el camino se pone duro.

En nuestro mirar hacia Oriente, miremos con atención y sin desviar la mirada, porque en ese cielo donde hace dos mil años cruzaba una estrella, dando un mensaje de ilusión y de Paz, hoy lo surcan misiles que hacia uno y otro sentido siembran devastación. Tenemos el compromiso como scouts católicos de responsabilizarnos por la Paz y por la Luz. Tenemos que velar porque la Luz brille, tenemos que velar para que la mecha que hará que el mundo estalle en claridad sea nuestro ejemplo, y así cumplir todo lo que Jesús nos encomienda: que nos amemos.

Desde el mismo momento que nos mira envuelto en pañales nos está dando la solución a todos los problemas que podamos tener, ya sean externos o internos. El mensaje que nos da es tan claro, que asusta y nos hace dudar, pero amar y confiar son las dos claves para ser sembradores de la Paz de Dios.

Quedémonos embobados mirando nuestro Belén, traslademos nuestra cabeza escéptica a ese momento y hagamos un esfuerzo por vernos allí. Miremos a María y compartamos su cansancio, su fatiga, pero también el sentir que estalla de gozo y amor al ver a su hijo en la cuna dando Paz a la tierra. Pongámonos en la mente de San José, ejemplo para nosotros de la confianza ciega en Dios y en María, que se alejó de las críticas y palabras vacías que le podían venir de su entorno, y enfocó su atención y corazón en seguir la misión que le había encomendado el ángel. Apoyado en su bastón, también cansado del viaje, disfruta de ver al hijo de Dios, reluciendo en medio de la noche como el sol más resplandeciente. Tengamos la humildad de los Sabios de Oriente, que sabiéndolo todo y teniéndolo todo se postran ante Jesús hecho niño, conscientes de que todo el poder de este mundo viene de lo Alto.

Seamos esos pastores, que vencieron el miedo para encaminarse al encuentro con el misterio del nacimiento de Jesús, sin importarles nada más que encontrarse con el Señor.

A este misterio nos tenemos que acercar pequeños, humildes, confiados y felices. La guía vuelve a ser la misma que siempre: el Evangelio. En su palabra encontramos todas las indicaciones necesarias para entender, asimilar y transmitir el nacimiento de Jesús.

Vencer al miedo no es fácil, amar no es fácil y confiar a veces se convierte en la tarea más difícil. Dependiendo del momento en la vida que estemos cada uno, podemos sentir más o menos el peso de la cruz que el Señor nos ha preparado. Hasta Jesús, la cruz ha sido símbolo de castigo, pero cuando Jesús la toca, cuando se clava en ella por nosotros la inunda de esperanza, la reconvierte en el símbolo de la salvación, y ese es otro de los regalos que Dios nos da cada día, la capacidad de ver la salida en las situaciones más difíciles. Cristo mediante su ejemplo nos marca el camino, por muchas cruces que carguemos, por mucho que seamos crucificados, siempre acabamos saliendo de ese caminar más fuertes, renacidos.

A veces nos perdemos de Dios, pero aun cuando el sendero está oscuro, el Señor nos ilumina el camino y nos da candiles para que alumbren nuestros pasos. Lo que nos ilumina, no tiene por qué ser una luz, puede ser un gesto de cariño, un abrazo, una sonrisa, un sentirnos acompañados o una mano que te ofrece un apoyo para levantarte. Seamos conscientes, que en el momento en el que nos agarramos de esa mano, nos sentimos que no estamos solos, recibimos esa sonrisa, ese abrazo o ese gesto de cariño, ahí es cuando el amor de Dios se hace presente entre nosotros.

Este es el regalo que Jesús nos hace con más ilusión: nuestros hermanos. Para ser hermano no hace falta compartir sangre, basta con haber compartido caminos y caídas, basta con que hayamos —y hayan— sido luz en los senderos. Los hermanos son aquellos que con brazo firme nos acercan un quinqué, nos ofrecen su hombro, y con su Luz y apoyo continuamos avanzando. Esto es a la vez, un regalo y una misión. Nos regala hermanos en los que apoyarnos, pero también a los que apoyar.

Estamos en tiempos de regalos, el mundo se pierde en lo material, en lo tangible. Nosotros, no podemos dejarnos arrastrar por eso. El camino más corto para llegar a Jesús es la humildad y la entrega a lo demás. Por eso, en esta Navidad, miremos a nuestro faro para llegar a buen puerto. Recordemos que nada material va a poder sustituir el momento en el que nuestros ojos estallan de alegría al recibir un abrazo de un ser querido que extrañabas, nada podrá sustituir el pellizco en el corazón que te da al ver a alguien a quien amas más que a ti mismo, y nada podrá sustituir la paz que da perdonar a alguien desde el alma. Porque “quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza”. (I Juan 2, 10)

Hay veces, que amar aterra, es un salto al vacío en el que no sabemos lo que hay debajo de nuestros pies, y esa es la grandeza de quien ama. Que se mueve, que corre, que salta sin saber nada, solo lo hace porque lo siente, es un impulso que nace de lo más profundo de nosotros. Puede parecer que no guía nada, pero quien nos marca el rumbo es Dios, nos ha dado la inquietud de amar, y ese regalo es de los más maravillosos que tenemos.

Nosotros somos el regalo que Dios quiere que demos a los demás. Vayamos al pesebre, y quedémonos prendados de esa escena de amor, y cuando esto quede grabado en nuestra retina, esforcémonos por replicarlo en toda nuestra vida.

Igual que nuestros candiles han entrado apagados a esta fiesta y saldrán con la Luz, que nuestros corazones que han entrado duros y enquistados salgan llenos de Luz de Jesús.

lunes, 18 de diciembre de 2023