
Solo a los niños y a los que saben discernir lo esencial se les puede ocurrir traer la Luz de la Paz desde un país en guerra, pasando por países en guerra y llevarla a Europa, oscurecida por el olvido de Dios y enfrascada en una guerra financiera en la que pierden los de siempre. Sé por las redes sociales que esa iniciativa de la Luz de la Paz ya atraviesa el Atlántico y desde Argentina ilumina todo el continente. La ceremonia en que se reparte, en Viena, es ecuménica porque Jesús, desde que salió del seno luminoso de su Madre en aquella gruta, luce para todos. Pero aquí, en la secularizada Europa, en España, tenemos un problema: muchos solo quieren admitir la luz que brilla en su interior. Les guía una espiritualidad del yo o, como mucho, del nosotros. El origen de la Luz de la Paz es un Tú, ‘un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado’. Su Luz puede brillar en nuestro interior, a nadie se le impone reconocer y admitir su procedencia ‘de lo Alto’; pero los que admitimos su origen divino estamos moralmente obligados a reconocerla y a juntar la nuestra a la suya para dar un poco de Luz a las tinieblas que nos envuelven. Bendito y puro romanticismo en estos tiempos tan pragmáticos.
Antonio Matilla, sacerdote.
16/12/2011.