
Hace tiempo descubrí, sin embargo, que no me interesa estar
a la moda, porque es pan para hoy y hambre para mañana y, aunque dentro de cien
años casi todos estaremos calvos –o cenicientos-, es conveniente programar un
poco el futuro, al menos en forma de proyecto. El hombre –la mujer más,
probablemente- es un animal de futuro y la razón le lleva a proyectar a largo
plazo: hace más de diez años que Facebook era un mero proyecto y el otro día,
en mi parroquia, asistimos a la celebración de los cincuenta años de un
proyecto matrimonial; pronto hará también cincuenta años de un proyecto
personal de vida que se trazó, a grandes rasgos, luego mejorados, ampliados y
cambiados en no pocos matices, en la ‘Vela de armas’ de una Promesa scout. Esos
ideales de vida, sean empresariales, matrimoniales o vocacionales en general,
hay que cuidarlos día a día y, los que los van manteniendo con sinceridad y
empeño y con la ayuda de Dios y de los iguales, llega un momento, 18.250 días
después, más o menos, en que suelen decir con satisfacción a los que les
quieren: ‘Mira, parece que fue ayer’.
El domingo pasado fuimos testigos, yo al menos, de once proyectos
a largo plazo, al plazo de toda una vida: Andrés González Buenadicha y Santiago
Martín Cañizares fueron ordenados presbíteros –curas, vaya- en Salamanca y
Zamora respectivamente; dieciocho jóvenes, nueve mujeres y nueve hombres,
realizaron el Cursillo preparatorio al Sacramento del Matrimonio, que
contraerán próximamente; cientos de adolescentes ya están preparando su promesa
scout para el Campamento de este verano.
Antonio Matilla, sacerdote
Consiliario del Movimiento Scout Católico