
La Iglesia católica propone ese fundamento trascendente para
los campamentos: la experiencia del encuentro personal con Cristo y la vivencia
de una comunidad eclesial embrionaria y provisional –el campamento puede serlo-,
vivida en la naturaleza, con protagonismo de los educandos e interacción
permanente con los propios compañeros y con los adultos –jóvenes adultos las
más de las veces- que acampan en una tienda junto a la suya. Esta educación en
la fe lleva consigo un progreso espiritual, es impensable sin la experiencia de
comunión con la naturaleza y de respeto al medio ambiente y no puede llevarse a
cabo si los campamentos son un muermo y los acampados no son protagonistas
–principio básico de la educación cristiana- sino consumidores. Es una lástima
que las parroquias –hay excepciones honrosas- estemos descuidando la educación
en el tiempo libre; es lamentable que la legislación castellano-leonesa sobre
tiempo libre, pionera y bien pensada en tantos aspectos, se haya orientado a
favorecer a las empresas-negocio, desentendiéndose del apoyo a otras
iniciativas de educación integral en el tiempo libre que actúan durante todo el
año.
Antonio Matilla, sacerdote.
Consiliario del Movimiento Scout Católico