REFLEXIÓN
Estas Navidades serán para muchos recortadamente austeras.
Deberían ser también sobrias, dignamente pobres para todos, porque ‘un niño nos
ha nacido…’ (cf. Is. 9, 1-7). La austeridad del Adviento, la advertencia de
Juan Bautista, no debemos echarla en saco roto, sino utilizarla como marco para
la contemplación, para atrevernos a
ponernos en la piel de Dios hecho hombre, a ver qué pasa, a ver si somos
capaces de meterlo en el corazón y que éste mueva nuestra vida con nueva
fuerza:
Dios en el pesebre,
rodeado de animales, con calor y olor naturales, sin lámparas de infrarrojos ni
perfumes exóticos. Metidito entre pajas, como canta el villancico popular, que
muchas veces el pueblo y su música saben leer la verdad: es el Señor de la Creación
y ésta le sirve, le acuna. La paja, el buey y la mula entienden lo que pasa, los ‘intelectuales’ pagados por el poderoso
Herodes, no: Dios está aquí.
Envuelto en pañales. ¡Cuánto
poder emana de los pañales! El poder de ponerse en el lugar de los más
pequeños, la fuerza de la fragilidad, el señorío de la humildad, la garra de lo
sorprendentemente sencillo. Dios escribe derecho con pañales torcidos.
No tenían sitio en la
posada. Tal vez porque no tenían los codos suficientemente afilados para
abrirse paso. Hoy, muchos, desahuciados, tienen que buscar también un portal.
Otros, en la prisión, en la soledad de una casa antes habitada de risas y ahora
poblada por nostalgias, esperan unos ‘magos’ portadores de nueva esperanza,
porque sin esperanza no hay vida humana digna. ¿No será que nos esperan a
nosotros?
El ángel a José: ‘Levántate,
coge al niño y a su madre y huye a Egipto’ (cf. Mt. 2, 13-15). Sin casa,
sin posada, sin pesebre, sin patria, pero unidos, en familia, como Dios mismo.
Ejemplo para cada una de nuestras familias, para la gran familia de la Iglesia,
para la familia de toda la humanidad. Feliz Navidad.
Antonio Matilla
Consiliario General del Movimiento Scout Católico