No sé si mi debilidad creciente e inexplicable de las últimas semanas
significa el principio del fin para mí, pero si es así no me importa
personalmente es sólo una cosa natural. Ha llegado el momento de irme de
esta vida.
He tenido una vida extraordinariamente feliz, muy especialmente
durante estos últimos veintisiete años, que los has hecho gloriosos y
afortunados para mí. No creo que he desperdiciado mucho de mi tiempo
mientras viví. Es bueno pensar que además de mi acendrado militarismo,
nuestros esfuerzos por los muchachos y las niñas han tenido éxito más
allá de lo esperado. Es bueno sentir que nuestros hijos están todos
casados, felices y establecidos en la de vida.
El mundo ha sido muy bueno conmigo y de algún modo lamento dejarlo
con todo lo que tiene de interesante, pero ha llegado al punto en que no
puedo ser más útil que como observador, así que es correcto que me vaya.
Pero lo que es más para mi que todo el mundo, eres tú, mi amor. El
hecho de tener que dejarte es el dolor que más me obsesiona -no sólo por
mi mismo, sino especialmente debido a que significará un terrible
quebranto en tu propia vida. Una cosa que me tranquiliza es que tú eres
tan razonable que lo verás en su justa proporción, como una cosa natural
que tiene que suceder, y te enfrentarás a la prueba con valentía
durante un corto trecho, hasta que el tiempo sane la herida.
Me agrada pensar que tienes la mejor manera de consolarte ante ti, en
forma de trabajar bastante con las Guías. También tienes el gran amor
de tus hijos y sus hijos, que te ayudará.
Tu pena será el único remordimiento que tendré al morir; si supiera
que no te dejas llevar demasiado por la tristeza, moriría tranquilo, mi
D.
Tu Bin.
Baden Powell