El pasado viernes 19 de diciembre de 2025 recogimos la Luz de la Paz de Belén que la Delegación Diocesana del M.S.C. de Jerez repartió en la S. I. Catedral de Asidonia-Jerez al finalizar la Eucaristía presidida por el Obispo Diocesano.
Antes del reparto de la Luz, la Delegada Diocesana leyó el siguiente manifiesto:
MANIFIESTO
2025
“Vosotros sois la luz del mundo.”
Mateo 5,13–14
Echando un vistazo al mundo en que vivimos en 2025, podemos aprender algo esencial: el bien más preciado es aquel que se desvanece, o que tal vez ya se ha extinguido. El presente nos invita a mirar atrás, buscando entre la nostalgia y la desilusión aquellos tiempos que parecían mejores, cuando aún no existía esta desconexión del prójimo que hoy tanto duele.
Resulta paradójico vivir en la era de
la conexión y sentirnos, sin embargo, como islas unidas apenas por una
pantalla. Damos “me gusta”, pero olvidamos abrazar. Escribimos mensajes, pero
descuidamos la presencia plena del otro. La tecnología, que prometía
acercarnos, nos ha unido mediante puentes tan frágiles que basta con
derribarlos para olvidar a alguien.
Jesús nos ofrece hoy Su Luz para
recordarnos el verdadero sentido de nuestra existencia: hemos sido creados
para amar. Todo nuestro cuerpo es una obra perfecta al servicio del amor.
Nuestros ojos, que tanto se fijan en
pantallas, no fueron diseñados para eso, fueron hechos para mirar, admirar,
llorar y descubrir la belleza que nos rodea. Los ojos que Dios puso en
nuestra cara están planeados para que que se desborden cuando miras a otros
ojos que amas
Las manos que
sujetan nuestros móviles, no se diseñaron como meros soportes, más bien son el
instrumento que el Señor nos regaló para trabajar, para dejar el mundo en
mejores condiciones; son la herramienta perfecta para ayudar a levantar a
alguien que ha caído. Nuestras manos son los ecos de las voluntades que el
señor usa en nuestro corazón. Usemos nuestras manos para trabajar, ayudar,
apoyar y levantar a toda la creación que el señor nos ha regalado.
El Señor nos ha concedido un tiempo
determinado en esta vida. Solo Él conoce su duración. Por eso debemos cuidar
este regalo como el más valioso de los tesoros, sabiendo que los momentos
pasados jamás volverán. Vivamos todos los días que nos regala el Señor como una
oportunidad magnífica de admirar su obrar, amar a nuestros hermanos y construir
su Reino en la tierra. No esperemos que otros cambien el mundo. Jesús, en el
Evangelio, nos da señales claras:
“Si no somos nosotros, ¿quién? Si no
es aquí, ¿dónde? Si no es ahora, ¿cuándo?”
Somos scouts cristianos; el mundo
espera que seamos nosotros quienes lo hagamos temblar, quienes iniciemos la
revolución de Cristo: la revolución del Amor, la revolución de la Paz. Esa es
nuestra Promesa hacia Cristo, luchemos por mantenernos firmes en ella, porque:
“Cuando el hombre se esfuerza por ser
fiel a sus promesas, el Señor mismo fortalece sus pasos.”
Pidamos, junto a nuestros castores,
parecernos cada día más a Jesús. Que nos esforcemos constantemente por ser
trabajadores y obedientes en la misión que Dios ha preparado para nosotros.
Sigamos el ejemplo del patrón de los más pequeños, modelo de obediencia, que no
es ciega ni irracional, sino fruto de la confianza en los caminos que Dios abre
para conducirnos hacia sus promesas.
En San Francisco de Asís encontramos
la fuerza para cantar las maravillas de la creación. El patrón de los Lobatos
nos enseña que una de las vías más puras para llegar a Dios es admirar su obra.
Esa obra no se limita a las montañas
donde acampamos o a los ríos donde nos bañamos: también está en nuestros
hermanos, a quienes debemos cuidar como parte esencial del gran regalo de la
creación.
Caminemos como una tropa unida,
siguiendo la brújula que Santiago nos ofrece. Cada paso debe guiarnos hacia un
encuentro con Dios. Aprendamos de su patrón, que nos invita a seguir a Jesús
dejando atrás todo lo que estorba, todo aquello que suma peso en la mochila, y
que nos impide disfrutar de la aventura que Él ha planeado para nosotros.
La unidad de Pioneros nos recuerda que la fuerza reside en la comunidad. Nos necesitamos unos a otros para superar los desafíos del camino. San Pedro, su patrón, nos enseña a asumir las responsabilidades que el Señor nos encomienda, confiando en que Él nos ha dado todas las herramientas necesarias. Nuestra fe se hace real cuando se convierte en acción.
San Pablo recuerda a los Rutas que el propósito de la vida no está en la comodidad, sino en la misión de transformar el mundo desde el Evangelio. Nuestra vida está consolidada bajo un envío, una misión que consiste en salir al mundo y transformarlo desde el Amor y el Ejemplo.
Por último, pidamos a nuestra patrona
que nos cubra con su manto y nos ayude a admirar la belleza de todo lo que nos
rodea, comprometiéndonos a dejarlo siempre mejor de como lo encontramos.
Dejémonos mirar por nuestra madre, la Virgen de Guadalupe, y que con solo un
gesto nos desborde su amor y ternura. Aprendamos de esto, Jesús y María nos
enseña que los gestos que mas marcan revuelven el corazón desde el silencio.
Dios nos grita que nos ama en el silencio, no le quitemos la posibilidad de que
nos pueda decir todo lo que nos ama.
Ante todo este mundo, volvamos a tomar
consciencia de que nuestro sentido de vivir es un camino continuo para
convertirnos en santos. Recordemos las palabras del padre Jacques Sevin, S.J.,
fundador del escultismo católico:
“La santidad no tiene tiempo ni
uniforme.”
Si miramos el mundo, veremos todo lo
descrito al principio. Pero si contemplamos nuestra familia scout,
descubriremos algo diferente:
Nosotros somos el cambio que el mundo
necesita. Pidamos
todos para que Jesús nos de las fuerzas necesarios para convertirnos en
candiles, en llamas vivas, y que así la Luz brille en la tiniebla (Juan
1,5)
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