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De reunión en reunión y de grupo en grupo tenía que aprovechar media horita por la mañana, antes de desayunar –el sol madruga más de una hora antes que aquí-, para darme un paseíto por el bosque que se abría pegado a la casa. Y allí fue donde volví a la infancia cuando tres Bambis se pasearon delante de mí, sin prisa, acostumbrados sin duda a la presencia humana, antes de ponerse a triscar monte abajo, más por seguir su nerviosa naturaleza que asustados por mi somnolienta presencia.
Después de alabar al Creador me puse a meditar sobre el calentamiento global y el cambio climático. Y me vino a la memoria la ideología del milenarismo que pretendía –y pretende- que el mundo está muy mal y que va a desaparecer en fecha fija, más pronto que tarde. Pasado el año 1000 las aguas volvieron a su cauce cuando se interpretó el Apocalipsis con criterio religioso de resistencia al mal y se rechazó el fatalismo anticristiano. El cambio climático debe dejarse a los científicos, porque si lo convertimos en dogma indiscutible estaríamos colaborando con el mal: la pobreza estaba retrocediendo y ha vuelto a avanzar; la educación y el agua potable para todos ha quedado ad calendas graecas. Si hay calentamiento global, con todos los recursos de que disponemos deberíamos colaborar activamente con el planeta –incluidos los Bambis de Celje y los humanos de a pie-, no con los ideólogos.
Antonio Matilla, Consiliario del Movimiento Scout Católico.
4/12/2009.