El grupo scout La Salle cumple medio siglo de vida. Desde que en 1962 diera sus primeros pasos, el escultismo lasaliano está más fuerte que nunca.Era su primera acampada y aún no había cumplido ni un mes en el grupo.
Días antes de embarcarse en la aventura, el responsable Julio Lirola le citó, junto a otros de los ‘nuevos’, en el rincón scout.
Pocas veces entraba en él, un lugar que le resultaba misterioso, con el frontal lleno de pañoletas, cornamentas y con una pared repleta de nudos que dejaba embobado a los más pequeños y marcaba la ‘tarea’ a realizar para los más mayores.
Aunque aún estaba pendiente de confirmarse la acampada –a la espera de la llamada a La Parra– se sentó junto a sus compañeros para que Julio Lirola le enseñara cómo y qué tenía que meter en la mochila.
Y fue cuando aquel ranger escuchó por primera vez ‘el scout no carga con cosas inútiles’.
Éste es uno de los muchos recuerdos que hoy vuelven a salir con motivo del 50 aniversario del grupo scout La Salle.
Medio siglo de aventuras que tuvo sus inicios en una pequeña patrulla en 1962 de la mano del hermano Nazario y que llegó a formar parte del grupo Fortum de Torres, años después conocido como Santa Isabel.
Ésa fue la primera vez que los hermanos de La Salle iniciaron el camino en el escultismo y desde aquel momento, no ha hecho más que crecer.
Eran los años 70 cuando los hermanos de esta congregación en Andalucía se reúnen para buscar un movimiento juvenil para los alumnos de sus centros.
No hizo falta mucho tiempo para que se dieran cuenta que lo que daba respuesta a todas sus necesidades eran los scouts.
Durante los ocho años siguientes fueron los mismos hermanos de La Salle los que dirigieron el grupo, hasta que en el curso 78-79 toma las riendas un responsable seglar, Miguel García Luque. “No tenía ni 18 años cuando me nombraron jefe de grupo, pero habíamos tenido una experiencia previa con la autogestión de nuestra unidad de pioneros.
Además, fuimos ‘ayudantes’ de Akela de la unidad de lobatos y tuvimos que hacer un curso en Madrid por orden de los hermanos”, declara García Luque.
Quizás, de esos primeros años lo que más marcó al grupo fue la aventura de viajar a Suiza para vivir el jamboree en Kandersteg. “No creo que haga falta que les explique lo que supone la experiencia. Viene a ser algo así como la ‘ilusión dorada’ de cualquier scout.
No somos ciegos, las dificultades van a ser muchas, pero tengo fe plena en que ellos van a ser capaces de superarlas todas. Para eso somos scout”, decía la carta que García Luque envió a cada padre de los pioneros un día antes –esas cosas no cambian– de citarlos en una reunión para explicarles el campamento.
Y tanto que superaron las dificultades. En pocos meses prepararon todo para un día coger un autobús camino de Suiza, ¡ah! pero sin infernillo, que para eso allí había carbón… ¿o no? “En esas parrillas no se podía cocinar nada y al tercer día muertos de hambre decidimos comprar el que a partir de ese momento llamamos el infernillo ‘el salvavidas’.
Sin duda, todo fue una gran aventura”, recuerda el que entonces era jefe de grupo. Anécdotas como la marcha en la que los pioneros no se llevaron la comida y dijeron estar en ayunas por ser el día del patrón de España o el australiano que no bajaba de los 70 años y que ostentaba el privilegio de ser el jefe del subcampo en el que se encontraban los jerezanos son algunos de esos momentos inolvidables que quedarán no sólo en la memoria de los que lo vivieron en Suiza sino en la historia del grupo.
Benaocaz, Ávila, La Arenosa en San José del Valle, Los Batanes en Benamahoma, Casablanquilla en Bornos, la conocida Alameda 90, Trevélez, Los Cerezos en Cazorla, Vinuesa en Soria y el Camino de Santiago son algunos de esa larga lista de campamentos de verano en los que los más pequeños (lobatos) descubrieron lo que era dormir fuera de casa; los rangers, las aventuras por las noches con indios, Simón o tuareg, por ejemplo; los pioneros, la responsabilidad de sus acciones con su ‘empresa’ y los rutas el compromiso con la sociedad.
“Si consigo ver que los niños se lo están pasando como yo me lo pasé en las acampadas con mis responsables en ranger, estoy haciendo bien las cosas. Recuerdo estar riéndome de viernes a domingo y por eso trabajo cada fin de semana”, reconoce el actual jefe de grupo e hijo de García Luque, José Ignacio.
“Para mí, fue muy especial mi primer campamento en Los Cerezos. El estar solo en el campo sin mis padres, la marcha que terminaba en la piscina natural y todos esos juegos en el agua que disfrutamos durante dos días”, declara Pablo Vila, responsable de la unidad de ranger, quien añade además que “ese lugar es más especial además porque allí llevé a mis lobatos en mi primer campamento como responsable”.
Embarrarse hasta el último pelo de la cabeza, comer esos bocadillos que con tanto esmero preparaban los responsables, afinar la puntería, recorrer el campamento con los disfraces según la ambientación, perder el miedo con la tirolina y recordar cada cosa que había en la caja con sólo verlas unos segundos… son esas actividades que año tras año disfrutan los scout en el día de grupo del campamento de verano.
Ese día en el que uno se levantaba con más ganas porque una gran gymkana transformaba el campamento en una aventura más.
“Sé que es una frase manida, pero ser scout es una forma de vida. Hoy día creo que es un movimiento que va a contracorriente.
Los valores que intentamos no sólo enseñar sino que los niños lo vivan, son valores algunos perdidos en la sociedad. Estamos atacando al individualismo, a pensar primero en mí y sólo en mí, al materialismo… aquí somos todos iguales”, señala José Ignacio.
Y es que en la vida scout se gana confianza en uno mismo, afronta sus miedos rodeados de amigos, se fomentan las habilidades sociales de los niños, los más tímidos pierden su vergüenza y arrancan a interpretar una gran obra en el festival, y sobre todo, juegan, descubren cada fin de semana cosas nuevas y cada niño es el protagonista de su propia historia.
“Me lo pasé tan bien cuando era pequeño que cuando eres responsable hay una ‘obligación’ de compartirlo. Me dieron tanto, que ahora quiero darlo yo también”, reconoce Pablo López, responsable.
No cabe duda que el grupo scout de La Salle vive un buen momento. Con más de un centenar de jóvenes censados, cada sábado se abre en el Buen Pastor una puerta hacia el escultismo.
“Ahora todo tiene mucho más valor que cuando yo estaba. En mi época lo natural era estar comprometido con algo, pero ahora, y hablo desde finales de los 90, los jóvenes con todo en contra siguen comprometidos con el grupo”, alaba Miguel García Luque.
De esta forma, vuelve a quedar patente que la convivencia, cooperación, el espíritu de esfuerzo y superación ha fortalecido aún más si cabe a este grupo de jóvenes desde que en 1962 diera sus primeros pasos.
Y para celebrarlo, a partir de la semana que viene hay programados una serie de actos en conmemoración a los 50 años de vida.
La primera cita tendrá lugar el sábado, 17 de marzo, con una convivencia en el colegio La Salle en la que más de uno se reencontrará con sus compañeros de rama. Otra fecha clave y en la que ya estarán pensado más de un antiguo scout será el último fin de semana del campamento de verano, al que están invitados todos los que han formado parte de esta gran familia.
Para finalizar en noviembre, aún no hay fecha concreta, habrá una cena para cerrar estas ‘bodas de oro’ del escultismo jerezano.
Y como estas líneas se quedan cortas para resumir la larga y sana vida del movimiento scout de La Salle, para esta despedida no hay mejor forma de decir ‘hasta luego’ que recordando… “llegado ya el momento/ de nuestra separación/ formemos compañeros/ una cadena de amor. Que no nos separemos, no/ de un mismo corazón/ nos une un apretado lazo/ que nunca dice adiós”.
fuente: diario de jerez