viernes, 19 de febrero de 2010

AYUNO, ORACIÓN Y LIMOSNA

Poco ha que hemos celebrado el Día del Ayuno Voluntario y hoy tiene lugar la “Operación Bocata”. La reciente catástrofe de Haití es manifestación mediática del drama silente del hambre, la corrupción, la incultura y la pobreza injustas, repartidas a lo largo y ancho del mundo; también entre nosotros, los que nos creemos ricos, existe el llamado “cuarto mundo” de las nuevas pobrezas, nacidas antes de la crisis y potenciadas por ésta. Al comenzar la Cuaresma, los cristianos y otras personas de buena voluntad nos aprestamos a combatir el mal con unas armas harto inadecuadas y –dicen- pasadas de moda para objetivos tan gigantescos: el ayuno, la oración y la limosna.

Ayuno: estamos demasiado gordos de grasa y de realidad virtual, obesos de nosotros mismos, ahítos de ideologías, hundidos bajo el peso de una culpa difusa –el pecado era mucho más concreto-, incapaces de soportar una levedad aplastante y pesada, antesala de una soledad abrumadora. Hambrientos de humanidad y de prójimo, de amor, añoramos la felicidad ahora que empezamos a estar ayunos de bienestar.

Oración: no sólo de pan vive el hombre, sino de días y días de oración privada sepultado bajo los escombros en Puerto Príncipe, hecha pública al salir a la luz. Para amar al prójimo hemos de verlo, porque lo que no se ve, o al menos se adivina, no se ama. Y para verlo, lo mejor es lavar los ojos desde dentro con lágrima natural de compasión. Pero la compasión es padecer –o gozar y alegrarse- con otro. Y el Otro siempre es distinto de mí, pues si no fuera distinto, sería como yo. La oración es un entrenamiento para percibir que el Otro siente y vive conmigo y yo siento y vivo con el otro. Y es que la oración cristiana es muy práctica, lo más práctico –o práxico- que hay.

Limosna: no es dar de lo que nos sobra, sino de lo necesario. Es el desequilibrio del corazón y del bolsillo que, al reducir voluntariamente el capital necesario para mantener nuestro status, nos obliga a cambiar de ritmo y de estilo de vida, haciéndolo más compasivo, más solidario, más libre, más ecológico, con más amor.

Antonio Matilla, sacerdote. Consiliario General del Movimiento Scout Católico.