Andan los albañiles de mi barrio, como los demás, imagino, sacándose el carné profesional, que les acredite una competencia que, la mayoría, tiene ampliamente demostrada. El trabajo es hoy en día un don, el gordo de la lotería. Dice el telediario que los que cursan formación profesional tienen más probabilidades de encontrar hueco en el mercado de trabajo, porque quien aprende bien un oficio, bien puede aprender otro. Pero más de la mitad de las tareas que habrán de desempeñarse dentro de diez años, ahora no tienen ni nombre. ¿Cómo vamos a prepararnos para un puesto de trabajo que no sabemos cuál va a ser y que ni siquiera existe todavía?
¿Es la educación la clave? Mucho se ha hablado de la necesidad de un pacto que asegure estabilidad por encima de cambios de gobierno, nacional o autonómico. La tardanza -¿imposibilidad?- en conseguirlo me ha hecho ver que el problema es mucho más amplio y que no todo está en la Escuela, con ser mucho lo que ésta puede aportar. El educando es una persona, debe educar todas sus capacidades y eso depende de muchas instancias. El equilibrio afectivo es más cosa de la familia, por más educación ciudadana o afectivo-sexual que inunde las aulas. Algunas habilidades sociales se adquieren mejor en el ámbito del tiempo libre que en el Instituto.
Pero lo más importante, pensando en el futuro mercado de trabajo, es adquirir una mente abierta y lo más universal posible, que pueda ir integrando los nuevos escenarios y conocimientos. No vamos por buen camino porque no se potencian las asignaturas ni los sistemas educativos holísticos, globalizadores: la religión y la filosofía decaen en la Escuela, cuando no se las quiere echar fuera, directamente. En otros países de nuestro entorno, el escultismo y otros movimientos de educación integral en el tiempo libre, tienen más reconocimiento social, más apoyo y ejercen presencia de pleno derecho en los Consejos Nacionales de educación. Tal vez porque en ellos la Educación no es, tanto como aquí, una correa de transmisión ideológica de ningún partido político.
Antonio Matilla, sacerdote
Consiliario del Movimiento Scout Católico
¿Es la educación la clave? Mucho se ha hablado de la necesidad de un pacto que asegure estabilidad por encima de cambios de gobierno, nacional o autonómico. La tardanza -¿imposibilidad?- en conseguirlo me ha hecho ver que el problema es mucho más amplio y que no todo está en la Escuela, con ser mucho lo que ésta puede aportar. El educando es una persona, debe educar todas sus capacidades y eso depende de muchas instancias. El equilibrio afectivo es más cosa de la familia, por más educación ciudadana o afectivo-sexual que inunde las aulas. Algunas habilidades sociales se adquieren mejor en el ámbito del tiempo libre que en el Instituto.
Pero lo más importante, pensando en el futuro mercado de trabajo, es adquirir una mente abierta y lo más universal posible, que pueda ir integrando los nuevos escenarios y conocimientos. No vamos por buen camino porque no se potencian las asignaturas ni los sistemas educativos holísticos, globalizadores: la religión y la filosofía decaen en la Escuela, cuando no se las quiere echar fuera, directamente. En otros países de nuestro entorno, el escultismo y otros movimientos de educación integral en el tiempo libre, tienen más reconocimiento social, más apoyo y ejercen presencia de pleno derecho en los Consejos Nacionales de educación. Tal vez porque en ellos la Educación no es, tanto como aquí, una correa de transmisión ideológica de ningún partido político.
Antonio Matilla, sacerdote
Consiliario del Movimiento Scout Católico
